domingo, 16 de abril de 2017



Como en el Reiki-I, cada sesión puede ser potenciada con una correcta
consciencia de nuestra motivación positiva, que elevará la calidad de
nuestra presencia en el acto sanador. Ello puede hacerse mediante
oraciones o llamadas verbales, gestos o una meditación previa.
El tratamiento en sí, en Reiki-II exige una concentración superior al
Reiki-I, pues además tenemos que estar atentos para modificar nuestras
proyecciones simbólicas a lo largo de la sesión, si el aura del receptor
nos lo indica intuitivamente...
Tener una actitud relajada, silenciosa (el intelecto en calma), positiva
(no hacer Reiki cuando no estamos de buen humor, en todo caso hacer una
técnica catártica previa para expulsar ese estado desarmonioso) y sencilla
(saber que estamos participando en un proceso que es global, universal...
que no somos "los" sanadores, sólo unos "transportistas" o recaderos de la
Luz).
Al finalizar es conveniente recoger nuestra mente en la paz y el regocijo
de la actividad realizada, y destinar los beneficios al fin determinado
para esa sesión. Es una consciencia de gratitud y un acto consciente de
emisión de nuestro mérito en una dirección determinada, lo que hace que
ese efecto positivo alcance su objetivo y se multiplique.
Simultaneamente, tenemos que dejar en manos de la Inteligencia divina
cualquier modificación a mejor de nuestro objetivo, y ampliar la
dedicación de cualquier mérito generado a la totalidad de los seres
altruistamente.
No hay ego que defender. El yo-hacedor, separado de la unidad universal,
es un engaño. Desprendernos de su concepto es avanzar en la realización de
la naturaleza verdadera de la existencia.

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