sábado, 15 de abril de 2017



Actualmente la ciencia está presentando diversos modelos de realidad que
convergen con los descubrimientos de antiguas tradiciones espirituales. En
el campo de la medicina y la biología está sucediendo lo mismo, y ya hemos
atravesado varias formulaciones muy interesantes, como la de la medicina
energética (cuyos ejemplos los tenemos en la acupuntura o en la
homeopatía), o la de la terapéutica vibracional (como en los remedios
florales de Bach o la cromoterapia). Estas modalidades de medicina se
corresponden a la enseñanza tradicional sobre los cuerpos sutiles
(etérico, energético) del ser humano. Así mismo, la psicología y la
psiquiatría son medicinas que intervienen en el cuerpo mental/emocional de
la persona. Aquí solamente apuntar que una concepción holística e
integradora de la salud no permite mantener separadas esas areas para
disciplinas aparte, puesto que en el ser humano hay una interacción e
interdependencia entre todos los planos de su ser y lo que le rodea.
Para avanzar un paso más en la formulación científica de una medicina
global, hay que definir un nuevo paradigma, en consonancia con el cuerpo
causal de la persona. Este cuerpo es el receptáculo de las memorias de las
vidas anteriores y el semillero de los karmas positivos y negativos
acumulados por medio de las acciones de cuerpo, palabra y mente. No puede
haber verdadera curación si no se tratan las causas finales de la
enfermedad, que no son meramente físicas, energéticas, emocionales ni
mentales. Finalmente es en el nivel de la memoria espiritual del individuo
donde hay que ir a buscar los orígenes de sus experiencias.
Este nuevo paradigma es la medicina causal o kármica, y el modelo
científico más cercano de los que se han planteado en nuestro tiempo es el
de los campos de resonancia mórfica, postulado por el biólogo británico
Rupert Sheldrake. Su aportación viene a ser una lectura científica de
algunos aspectos de la ley del karma.

CAMPOS DE CONCIENCIA
En breve, lo que hay que entender es que en el universo todo está
organizado por campos de información, cuya expresión inmediatamente
inferior es vibración/energía y finalmente la vida y la materia. La
dinámica de la información es el sustrato de la realidad. Y no hay
información sin consciencia, luminosidad, percatación de esa información.
Lo que significa que todo está vivo porque todo es objeto de un sujeto
perceptor. Y ambos, consciencia e información dinámica, son inseparables
del espacio, lo ilimitado, el inefable campo global, la vacuidad.
Estos son los tres parámetros de la naturaleza de la realidad y del
espíritu que encontramos en la tradición Vajrayana: vacuidad (espacio),
luminosidad (consciencia, claridad) y manifestación dinámica
(información/energía/materia). En el Vedanta de Sri Nisargadatta
corresponden a Paramakash (lo absoluto), Chidakash (el principio de
conciencia Yo Soy) y Mahadakash (lo manifiesto).
La medicina causal o kármica, por tanto, será la que nos permita ser
conscientes de los patrones de información registrados en las esferas
suprasutiles de la realidad y de nuestro propio ser, y transformar esos
registros o grabaciones: el karma. Sri Aurobindo y La Madre practicaron
esta medicina en sí mismos, en lo que llamaron Yoga Supramental, liberando
los límites conceptuales sostenidos por el espíritu o conciencia de las
células, las moléculas y las partículas elementales de la materia. En "La
Agenda" de La Madre, ella relata interminables experiencias de curación de
enfermedades terminales, al entregar a lo Divino la conciencia espiritual
de su organismo mismo.
Se puede decir que todo cuanto se experimenta o se manifiesta es un estado
de la Luz o la consciencia, ya que hay una relación proporcional entre
claridad (o luminosidad espiritual) y la forma que aparece ante esa Luz.
La iluminación absoluta implica un radio ilimitado de consciencia sobre la
manifestación: la omnisciencia. La falta de percatación propone al sujeto
campos parciales de información, es decir, una realidad subjetiva
limitada.
Todos los seres interactuamos en el campo global de consciencia,
dividiéndolo incesantemente y de manera cambiante, dando lugar a las
creaciones intersubjetivas que llamamos la realidad y que compartimos en
distintos grados. Esta realidad consensuada o privada es el juego de la
luz y la sombra, el movimiento del nivel de consciencia de los seres
dentro de infinito disponible, el sueño del absoluto, Maya, la ilusión.
Así llegamos a la comprensión de que todo es Luz, y nuestra existencia
aparente es su manifestación dinámica, de acuerdo a la extensión que damos
a esa Luz: nuestra consciencia.
Este es el principio de la realidad, y su aplicación operativa es ser
conscientes, más allá de los límites impuestos por los propios patrones
kármicos (espaciotiempo, materia, energía) de esas mismas formulaciones
informáticas, las estructuras mórficas en que nos movemos y que nosotros
mismos realimentamos.
EL SIMBOLO, LLAVE CAUSAL
Todo el sistema simbólico de las distintas mitologías y tradiciones
espirituales es un recurso para lanzar la consciencia al plano causal y
modificar sus estructuras. La tradición tibetana es rica en mandalas y
otros símbolos, cuya funcionalidad es la de establecer a la consciencia en
el campo global de información (la iluminación), no solamente producir un
cambio local dentro de la naturaleza de la Luz o de la manifestación. No
obstante, estas transformaciones parciales también se promueven muchas
veces, con el empleo de métodos específicos.
La totalidad de la magia es simplemente la sistematización de la ley de
correspondencias o interacciones entre los distintos campos de información
que existen. El Tantrismo es por tanto una psicología de la consciencia y
una metodología mágica completa.
El Reiki puede entenderse perfectamente como una sección del Tantra,
tratando de sanación desde esta perspectiva causal. La meditación, como
uso y expansión de la consciencia, es la terapia kármica esencial, ya que
libera de los patrones inconscientes de información que dominan a la
persona.
Dentro del Budismo Vajrayana existen muchas meditaciones que operan en la
Luz de la realidad, la estructura supersutil (u orden implícito) de toda
manifestación, la consciencia misma. En ellas se invocan los arquetipos
esenciales del espíritu iluminado o absoluto, que no son sino centros
alternativos de experiencia de la totalidad, y como tales centros,
proponedores de distintas formulaciones del cosmos, siempre sanas y
coherentes porque comportan la vasta extensión del todo desde ese nodo
central.
Todo en el camino del Buda es una llamada a la totalidad para armonizar la
experiencia del ser. El mismo pensamiento altruista de trabajar por el
bienestar de todos los seres, la boddhichitta, organiza la realidad de uno
mismo hacia la coherencia con la realidad unitaria o no dual.
Las prácticas del Buda de la Medicina, de Tara o de Dorje Sempa, son
algunos ejemplos de métodos de realización en el plano causal o kármico de
la persona. La purificación del karma es consistente con la liberación de
la Luz o la apertura de la consciencia. La naturaleza original o potencial
del ser es la vida en la Luz sin condicionamientos. El reconocimiento de
la Luz o la consciencia misma significa disponer de su motilidad o
dinamismo, la libertad, en lugar de estar sometidos a sus creaciones o
productos inconscientes.
REQUISITOS DE SANACION KARMICA
DEL PRACTICANTE
El Reiki es un sistema de sanación causal en la medida en que permite
alinear o armonizar el cuerpo suprasutil o informático de la persona, la
estructura de sus karmas, con los campos superiores de información
espiritual de la mente iluminada. Los símbolos Reiki tienen esa misión,
producir la transformación de las estructuras kámicas individuales que a
su vez repercutirán en los estados emocionales, mentales, energéticos y
físicos de la persona. Para que ello pueda llevarse a cabo con éxito, el
sanador Reiki deberá él mismo acoplarse conscientemente a los campos de
Luz que canaliza para el receptor. Esta es la misión de las ordenaciones o
iniciaciones, facilitar la conexión del sanador, de manera estable, con
amplios campos de claridad espiritual.
Esto no se consigue sin un trabajo de maduración y estabilización,
subsiguiente a la recepción de las ordenaciones, que son el principio de
esa conexión o su poderosa semilla. El sanador Reiki está llamado, él
mismo, a un profundo proceso de purificación y sanación causal para llegar
a merecer perfectamente la acreditación que ha obtenido al inicio de su
formación, como servidor, portador o heredero de un verdadero linaje
espiritual.

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